Él era el maestro. Yo intenté algunas obras con metalurgia, porque había trabajado como proyectista mecánico en una fundición de Blumenau unos años antes. Y me aproveché de la situación, de la técnica y de las herramientas. Pero él era un maestro, entre los pocos que tuve. Maestro en todo, incluso en el momento en que pidió mi opinión.
Vivía en una casa de tres pisos, donde la fundición estaba en el primer piso. Estaba en una situación en la que se encontraba en la ciudad y a la vez lejos de todo. En una de las últimas veces que fui allí, ya había ese movimiento de retroceso que resultó en el bolsonarismo. Me preguntó: ¿A dónde vamos? ¿Qué vamos a hacer?
Le dije que podríamos salir del país por un tiempo, o ir al medio del campo, a alguna finca. Él se fue a una finca. Pero tardó mucho para que todo mejorara. Aún sigue tardando para que la tormenta pase. El Sr. Pedro falleció en medio de la tormenta. Pero tuvimos la suerte de hacer lo que pocos tienen la capacidad de hacer. Hicimos obras de arte.
Y entramos en el selecto grupo de personas que pueden ser llamadas artistas. Muchos lo desean, pocos tienen talento. Nosotros tuvimos ese talento.