Bromas aparte, es cierto que João Cabral de Mello Neto fue uno de esos hombres criados en florituras, lenzo regado a àgua de rosas, terno planchado por la mama que también le peinaba, pelo al lado.
En la época en que era feo que a un hombre le gustara el pastel o el chocolate, desde allí vino João, tal vez con un cutillón cargado en la mano, y adentró el campo de la poesía y los poetas.
João Cabral se crió en la época de Lampião. Sin embargo, era un hombre culto, un macho culto. Era un embajador, y así sucesivamente, un diplomático, al borde de la cortesía y la frescura.