Rafael Hanuman

Era una ciudad con bares ricos, bares pobres, bares millonarios, y una amplia vida cultural.

Unos 10 años antes, yo solía frecuentar Belo Horizonte por el Festival de Teatro.

Había cualquier tipo de obras y tipos de teatro y escenarios para ver.

En la época de la Virada Cultural, yo estaba, como se dice en la jerga, "virado".

Había pasado la noche bebiendo. "Virado" significa que bebí toda la noche.

Y caminando por BH, me encontré, muy casualmente, con Mondrian.

Mondrian es el pintor que más me gusta. Mi ídolo en la pintura.

De tan atontado que estaba, entré al lugar sin saber de qué se trataba.

Comencé a caminar por las salas, ver los cuadros, gustarme los cuadros.

Mondrian tiene varias fases. Fases diferentes del proceso.

Quien solo conoce los cuadros cuadrados, solo conoce lo obvio.

De repente, miré un cuadro y pensé: Me gusta esto.

Miré otro, y me gustó también. Me inspiró.

Hasta que llegó el momento inevitable de reconocer un cuadro.

Pero pensé, indignado, que el sujeto había plagiado a Mondrian.

Y quería saber a toda costa el nombre de ese pintor.

Me enfoqué en las letras pequeñas, y leí: MONDRIAN.

Di un paso atrás. Vi el año. Calculé la edad.

Miré de nuevo el cuadro. Traté de reconocer los trazos.

En realidad, vi todos los cuadros nuevamente, ya con otro enfoque.

Tal vez si hubiera planeado viajar para ver la exposición, no hubiera funcionado.