Rafael Hanuman

He conocido a muchas modelos. Modelos fotográficas y modelos de pasarela. Y poco después de entrar en este negocio, me di cuenta de que la personalidad de una chica hermosa no siempre es igual de hermosa.

Por eso, rápidamente perdí el interés en conocer a las modelos en persona. Yo era de esos profesionales que ellas adoran, frente a los cuales se desnudan y a mí no me importaba. El tipo que no se deja fascinar.

Luego, la generación siguiente se metió en la cabeza que a las modelos les gusta que las traten mal... Pero no es así. La cuestión es que, sinceramente, yo no me quedaba embobado. Eso es lo que no les gustaba. Mi trabajo era sobre imágenes.

Las imágenes eran mi materia prima. No me importaban las modelos, pero sí me podía enamorar de ciertas imágenes (obviamente, no en el sentido de que un hombre se enamora de una mujer).

A veces, de una sola foto, y olvidaba todas las demás. A veces, de un detalle en la foto, y me olvidaba del resto de la imagen. Las imágenes eran como pinturas con referencias excepcionales, es decir, las modelos y el escenario.

Las mujeres envejecen, muchas no envejecen bien, muchas pasan por momentos difíciles y largos períodos de mal humor debido a malas decisiones, suben de peso, etc... Pero las imágenes son eternas. Hay modelos a las que prefiero no volver a ver.

A esta modelo le trabajé las fotos, hice cuadros, y en mi mente, ella siempre será esta imagen.